Preguntas para una vida digna: ¿cómo quiero llegar a la vejez y a la muerte?

Actualmente, mi familia experimenta lo que es tener un familiar varias semanas en una UCI. La familia de mi madre es campesina, son 12 hermanos de los cuales ninguno tiene una pensión,  y tal vez solo los 5 que tuvieron hijos pueden decir que tienen el cuidado de su vejez en cierta asegurada.
 
Recuerdo la última clase de un curso universitario donde leíamos cuentos de Guy de Maupassant, mi maestro Carlos cerró el curso con broche de oro al tratar un cuento sobre la soledad; él, como mayor frente a sus jóvenes alumnos nos habló de las consecuencias que hay que asumir cuando se elige llegar solo a la vejez. No tener pareja o hijos no debería ser sinónimo de soledad, en la vida hay que cultivar amistades cuya fidelidad nos pueda asistir en los momentos que necesitemos vivir o terminar la vida dignamente. Veo en la literatura una herramienta para saber cómo vivir y llegar a la vejez aceptando las realidades finitas del tiempo. De la familia de mi madre he aprendido a cuestionarme más seguido si soy consciente que la vida pasa rápido y voy a envejecer, porque su historia es la de una especie de Iván Ilich, se lamentan de todo lo que pudieron haber hecho en su juventud cuando ya es tarde.

Este mes he visto por primera vez los martirios que sufren los enfermos en UCI, tuvimos que decidir amputar una pierna completa a mi tío de 69 años mientras él se debatía entre la vida y muerte. He aprendido sobre el dolor, la empatía, la incertidumbre y la paciencia. Hace tres días mi tio después de 15 días sedado e intubado lo primero que me dijo con su garganta adolorida fue: no puedo mas. Esto de ver a un ser querido padecer me lleva a pensar que tarde o temprano la cita con el dolor y la enfermedad será inevitable, pero también qué tanto podemos intervenir hablando anticipadamente en las familias el tema de la enfermedad y la muerte. Suele haber tabú sobre ese aspecto porque nunca pensamos que nos puede tocar una situación así. 
 
Revisando un correo de mi EPS  sobre cómo elaborar un documento de voluntades anticipadas, me planteé preguntas que deben guiar esa decisión: ¿qué es calidad de vida? ¿Hasta qué edad consideraría justo luchar hasta la última esperanza para seguir viviendo? ¿Cuánto tiempo soportaría estar en una UCI? Seré capaz de desprenderme sin apegos de una vida donde solo hay dolor? ¿Tendré quien me cuide y me apoye? Esas preguntas también pueden ser un derrotero para decidir la posibilidad de una muerte asistida ya que recientemente nuestra corte ha avanzado en términos de eutanasia y suicidio asistido.

Esta reflexión me parece pertinente, sobre todo en nuestras generaciones jóvenes que somos muy abanderados de no tener hijos y ser independientes, pero tal vez pensamos poco las formas cómo habremos de tramitar la vejez de una sociedad  cuya pirámide poblacional se invertirá y eso tendrá consecuencias sociales en términos de pensiones seguridad social y capacidad de talento humano para labores de cuidado. 
 
Me lo recuerda esta nota que leí en la prensa, con imágenes que se nos vuelven paisaje por ser cotidianas, la de adultos mayores en condiciones vulnerables en las calles.
Nos debe alertar que en países como Alemania el estado tenga que enterrar personas que se mueren solas en sus casas, que Inglaterra y Japón estén creando ministerios de la soledad y que en esos países no haya suficiente personal para atender la demanda de cuidado.
 
Debemos hablarlo como familias porque la vejez debe ser un pacto de lealtad entre amigos y hermanos. Y el cuidado es un acto político del afecto.

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