La maestra enfermedad. Reflexiones del Covid_19


Colombia lleva dos meses en una terrible meseta de muertes y contagios por covid_19. Después de un año de estrictos controles, parece que las autoridades se hubieran cansado de llevar las riendas del autocuidado -que como su palabra lo dice- debería ser responsabilidad más de cada quien. Me sorprende cómo nos habituamos fácilmente a la muerte, y es que en un país como este donde la mayor epidemia es el hambre, la desigualdad y la violencia, parecería que no hay otra opción al "comamos y bebamos que mañana moriremos"; tal parece que existe un dilema entre vivir la vida como podamos y cómo cuidarla en medio de tantas restricciones y precariedades. 
Aunque pensemos que la situación no se puede poner peor, las cifras recientes nos muestran que sí. Esta semana las cifras superaron los 30.000 contagios diarios y está cerca de las 700 muertes por día. Uno de los promedios más altos del continente.

Pero después de este panorama general, quiero hacer un aporte desde mi experiencia personal con el Covid, en aras de ayudar en la difícil situación que deben estar pasando muchas personas en medio de este mortífero tercer pico. Porque aprendí lo importante que es sentirse acompañado por las palabras y el testimonio de otros.

Hace justo 6 meses me contagié en mi casa. La primer semana estaba tranquila pensando que me aliviaría pronto como mi mamá y mi hermana, pero las 5 semanas siguientes fueron un tormento de incertidumbre porque desarrollé una fatiga que me incapacitó para hacer cosas cotidianas como subir escaleras o ir al supermercado. Aunque durante esas semanas de malestar supe que tenía mucho que agradecer porque nadie en mi familia se enfermó de gravedad, mi incertidumbre era porque no entendía los síntomas raros que experimentaba; porqué me dio a mi que soy joven y saludable, y justo a mí que no tenía EPS en ese  momento. Era desalentador  ir al médico a acompañar a mi mamá o a mi tía de 72 años  (que también tuvo covid) y sentir que la enferma era yo. A veces en mi casa pensaban que yo me estaba inventando la debilidad y que me estaba volviendo loca dado que todo el tiempo hablaba de lo que sentía.

Debido a que no podía consultar al médico para resolver mis dudas, me puse a investigar, lo que en un momento fue contraproducente, porque detrás de ver tanto vídeo de médicos y hábitos saludables estaba mi obsesión por curarme pronto. Los síntomas que más me abrumaban eran mareos constantes, una debilidad muscular que empezaba en las tardes y me hacía tumbar en la cama, calambres en las manos y los pies, cansancio mental, no podía leer más de 5 hojas, dejé mi hábito sagrado de leer 30 páginas diarias la última hora del día viendo atardecer en la terraza, también por los 10 días de aislamiento, en los que supé lo verdaderamente terrible que es no poder salir al aire libre. También experimenté síntomas de ansiedad y bajos estados de ánimo,  una tensión bastante incómoda en el diafragma que me obligó a dormir boca abajo unos 2 meses; pero lo que me llegó asustar fueron dos días que siguieron a días en los que hice de todo porque me sentía muy bien, pero que en la noche me pasaron la factura avisandome que aún no estaba lista y debía seguir recuperandome. Esos días, los síntomas se hacían más fuertes, no podía dormir, comer bien, tenía mucha sed, a veces mucho frío, y llegué a asfixiarme al hablar. Esos meses agradecía cada noche que sí podía dormir y el simple hecho de comer con apetito, más teniendo en cuenta que muchos habían perdido sus ingresos económicos o debían seguir trabajando sin importar la fatiga física y emocional de este virus.

Luego de buscar, entendí que el Covid ataca varios sistemas, entre ellos el sistema nervioso central, afectando las funciones autónomas de nuestro cuerpo; también que la fatiga prolongada se debe al estado de inflamación, por lo que es muy importante ayudar a tu cuerpo con reposo, meditación y alimentación sana mientras el sistema inmune está dando esa batalla. Un vídeo de neurólogos investigadores me dió cierta luz al descubrir que la fatiga poscovid era más común en mujeres jóvenes y personas que recientemente habían padecido otro virus, cómo fue mi caso porque un mes antes del covid tuve una gastroenteritis que me dejó débil, y en la que también aprendí la importancia de escuchar a nuestro cuerpo. 

En la enfermedad queremos aliviarnos ya, toleramos poco el malestar y queremos callar el cuerpo como si él fuera nuestro esclavo, cuando en realidad en esos momentos, los síntomas son golpes en la puerta, de ese visitante que viene a decirnos "Hola, vamos a parar porque algo no está bien, o no me estás tratando bien", y nosotros creemos "¡Sí yo te estaba tratando bien!" Pero la enfermedad responde: ¿Eso crees? Recibe mi visita en silencio, escúchame y lleguemos a un acuerdo. 
Fue así como llegué a un acuerdo con mi cuerpo, porque sabía que no podía ponerme a pelear con él lamentándome !porqué a mi! Y más con este virus aún tan incierto para la ciencia no podemos pretender comprender lo que nos pasa, ni poner todas nuestras expectativas en las respuestas de los médicos. Aprendí a trabajar en la autogestión porque con los vídeos que veía de países como Alemania o Reino Unido pensaba: si esos países que son ricos tampoco tienen suficiente personal para atender el Covid largo, pues tampoco puedo exigirle mucho a un país como el mío.

Acordé con mi cuerpo las 3 P, como leí en un artículo: Pausa, Priorizar y Paciencia.
Darme tiempo, darme amor propio; así suene raro yo misma me abrazaba y me daba picos felicitando a mi cuerpo, "vamos tú puedes, lo estás haciendo muy bien", me acostaba más temprano, meditaba más seguido, tomaba más agua, comía mejor (y comer mejor no es comer todo lo que se te antoje sino lo que tu cuerpo necesita). Lo más importante es aprender a hacer las pausas porque la mayoría de veces creemos que no es nada preocupante y podemos seguir trabajando full como si nada; a veces lo más difícil es aprenden a decir no; tuve que renunciar a jornadas de trabajo, a pesar que necesitaba dinero, a salidas con amigos, así me gustara verlos y comer rico. 
Aunque sentía miedo de volver a hacer ejercicio, o viajes, todo fue un proceso de constante escucha de mis capacidades. Puedo decir que desde abril empecé a sentirme mejor, por lo que hoy les digo a quienes pasan por días de miedo e incertidumbre: Esto también pasará.
Les comparto mi experiencia porque durante esos días de ansiedad, realmente me sentí acompañada por los vídeos y comentarios donde veía testimonios de otros que ya lo habían superado. Me ayude junto a una amiga que quedó con secuelas olfativas del virus, hicimos una especie de bitácora por WhatsApp donde nos dábamos concejos, compartíamos información y nos alentábamos mutuamente cuando alguna perdía el ánimo.

La pandemia nos muestra lo vulnerables que somos, la urgencia de un mundo más ético con los más desfavorecidos  y con todas las formas de la vida en el planeta. Nos confirma que la enfermedad y la muerte pueden llegar en cualquier momento, que a veces podemos tener responsabilidad en ello pero también hay que saber asumirla porque nadie la elige conscientemente.
 Espero que les sirva de algo y aprendamos a ver en la angustia de la enfermedad y en la incertidumbre de estos tiempos lo valioso de la vida, a ver si este mundo hace real el "Todo saldrá bien".

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