Poética de la putrefacción

El fruto se desprende fácil del árbol cuando está apto para el consumo, cuando no, la cáscara está dura, muy adherida y tendría un sabor amargo. En la medida en que se nutre del sol y el agua, adquiere firmeza y color. En su juventud está turgente y lozano, el fruto será aprovechado y saboreado por otro ser, o mientras avanza en su maduración se hará más dulce, más dócil. Su piel dará las primeras señales de vejez y con el tiempo, cada vez más delgada se integrará con la carne. Al final, el fruto caerá rendido a tributar el abono de su descomposición al suelo que le dio origen.
Madurez es estar preparado para volver al origen.
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